El 11 de febrero es el Día Internacional de la mujer y la niña en la ciencia , nuestra biografía de febrero esta dedicada a una mujer científica dedicada a la oceanografía.
Josefina Castellví Piulachs, nacida en Barcelona en 1935, es una oceanógrafa, bióloga y escritora española especialista en microbiología marina. Fue la primera mujer en dirigir la Base Antártica Española Juan Carlos I. Desempeñó el cargo de directora del Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Ha publicado más de setenta trabajos científicos y ha participado en 36 campañas oceanográficas.
Josefina Castellví Piulachs, nacida en Barcelona el 1 de julio de 1935, es una oceanógrafa, bióloga y escritora española.
Especialista en microbiología marina, estudió en la Universidad de Barcelona. Fue la primera mujer en dirigir la Base Antártica Española Juan Carlos I.
Le gustaban las ciencias. Su padre era médico y la aficionó a la biología. Él siempre lo tuvo muy claro, y a su hermana (un poco mayor que ella) y a Josefina las animó para que estudiasen una carrera universitaria; decía que eso le permitiría morir tranquilo, pues les habría dado un medio de ganarse la vida, de ser independientes. Lo decía en los años 50, lo cual era un pensamiento bastante avanzado para la época.
Nadie estudiaba la flora bacteriana marina en España, por lo que tuvo que marcharse a Francia, donde la Sorbona tenía un curso de tercer ciclo en Bacteriología Marina.
Estuvo un par de años en laboratorios franceses. Volvió a España y, después de licenciarse en Ciencias Biológicas en la Universidad de Barcelona, en el año 1960, con Premio Extraordinario, entró a trabajar en el Instituto de Ciencias del Mar, entonces conocido como Instituto de Investigaciones Pesqueras. Años más tarde, siendo ya Profesora de Investigación del CSIC, especialista en bacteriología marina, fue su directora. Su pasión por el estudio de bacterias en condiciones de ambientes extremos la llevó a interesarse por el continente antártico y, en 1984, se convirtió en la primera mujer española que participaba en una expedición internacional en aquellas tierras heladas. Ha publicado más de setenta trabajos científicos y ha participado en 36 campañas oceanográficas.
Josefina Castellví considera la Antártida como un libro de la historia del planeta. Sobre el continente hay una capa de unos 4000 metros de hielo, que se estudia mediante perforaciones. Como hoy se puede datar, se puede saber cuándo cayó el agua que se convirtió en ese hielo de diferentes épocas; encierra granos de polen llegados de Sudamérica, los llamados oxígeno 16 y oxígeno 18, cuya relación permite saber la temperatura que hacía cuando se formó ese hielo. Con estos datos, se entra en la paleoclimatología, se puede conocer el clima que ha hecho millones de años antes de ahora, ver cómo ha cambiado y otras cosas (la tectónica de placas, etc.).
Pepita Castellví, como la llaman casi todos, admite que «la investigación en la Antártida es cara», sobre todo por los medios que se necesitan. «Pero merece muchísimo la pena y creo que habría que mantener la financiación. En este rincón de la Tierra, con hielos que alcanzan los 4000 metros de espesor, se ha acumulado información de miles de años que tenemos que sacar antes de que se malogre», afirma rotunda.
Durante diez años realizó trabajos científicos en el continente blanco, del que se enamoró y que dice echar de menos cada día. «Los antárticos somos un poco especiales, fascinados por esa tierra», se justifica. Esa época marcó su carrera, aunque durante cuarenta años hizo mucha investigación marina.
Empezó cuando la oceanografía era cosa de pocos en España y, desde luego, no de mujeres, ya que se pensaba que las mujeres no estaban preparadas físicamente para aguantar tan extremas condiciones, aunque ella siempre se ha encontrado muy bien en la Antártida y piensa que los lugares no son para hombres ni para mujeres, sino para los seres humanos que consiguen adaptarse.
Al principio se sintió discriminada porque siempre la dejaban en tierra cuando salían de expedición para buscar muestras, en el laboratorio, y no la dejaban ir con los hombres. Tuvo que ingeniárselas para hacerles creer que solo preparaba su tesis doctoral y rogando que la dejaran ir «solo una vez» con los científicos, para así averiguar el lugar donde se recogían las muestras. Salían cada quince días, y ya no lo volvió a pedir más. En la siguiente ocasión, lo preparó todo y se subió al barco sin pedir ya más permiso al director, como le había prometido.
Desde que se jubiló en el 2000, aunque se queja de que cada día se siente «más ineficaz», ha volcado su entusiasmo en el encaje de bolillos –su grupo de encajeras se encargó del mantel del altar mayor de la Sagrada Familia–, en la jardinería (en una casa en el Pirineo) y en viajar.
Pero el cineasta Albert Solé se cruzó en la vida de esta activa jubilada: «Se entusiasmó con el relato de cómo llegamos a la Antártida y me conquistó su idea de llevar todo esto a un documental, Los recuerdos del hielo».
No se casó ni tuvo hijos, pero para ella no fue ningún sacrificio, volcada como estaba en la investigación.
Entre otras distinciones, ha recibido la Medalla de Oro al Mérito Científico del Ayuntamiento de Barcelona (1996), la Medalla Narcís Monturiol al Mérito Científico y Tecnológico de la Generalitat de Catalunya (1996), la Creu de Sant Jordi de la Generalitat de Catalunya (2003) y el Premio Esteva Bassols: «Senyora de Barcelona» (2005).
En el panorama actual, los recortes amenazan el legado español. La campaña de 2013 tan solo duró un mes. Lo habitual es que se prolongue entre tres y cuatro meses, de noviembre a finales de febrero, pues siempre se aprovecha el verano austral. El buque Hespérides, que suele trasladar al personal español, no irá este año a la Antártida debido a la falta de presupuesto.
Los investigadores y el personal técnico y militar que ocupan las dos bases que España tiene en la Antártida (la Juan Carlos I, situada en la isla Livingston, es gestionada por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas y la Gabriel de Castilla, construida en la Isla Decepción, por el Ejército) dependerán de la solidaridad y de los medios de transporte de otros países para llegar al continente helado.
Josefina Castellví se despidió de «esa gran sinfonía de la naturaleza» con la intención de no regresar: «Los jóvenes debían tomar el relevo», recuerda esta doctora en Ciencias Biológicas, que dirigió la base científica Juan Carlos I.
Josefina Castellví, que ha sido la primera mujer española que se ha dedicado a la oceanografía, ha recibido numerosos premios en reconocimiento a su labor investigadora. "Lo difícil es obtener el primer premio", dice ella citando el científico Ramon Margalef, "porque los otros vienen como por acciones miméticas". De todos los que tiene, Josefina valora especialmente dos: la Medalla de Oro de la Ciudad de Barcelona (1994) y la Cruz de San Jorge (2003), porque significan el homenaje de su ciudad y de su país. En la actualidad Josefina Castellví, sigue viviendo en el mismo piso donde nació, valorando especialmente los orígenes de las personas y de todas las especies.15
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