Bióloga, ecologista y activista política incombustible, su visión consistió en unir la ecología y el desarrollo sostenible con la democracia, los derechos humanos y el empoderamiento de las mujeres.
Nacer mujer en la
Kenia colonial de los años cuarenta del siglo pasado no parecía ser la mejor
carta de presentación para Wangari Muta Maathai. Las hijas de campesinos de
etnia kikuyu como Wangari estaban abocadas a trabajar en los campos, recoger
leña y acarrear agua. Pero Wangari tuvo suerte; pudo estudiar. Y eso no sólo
cambió su vida, sino la de miles de mujeres africanas.
Fue durante aquellos años de estudio, docencia e investigación
cuando Wangari empezó a destacar en el activismo en pro de los derechos de las
mujeres: primero en la Universidad, donde luchó por conseguir igualdad de
oportunidades y salarios, y posteriormente, convirtiéndose en miembro
(1976-1987) y directora de (1981-1987) del Consejo Nacional de Mujeres de Kenia
(NCWK), asociación que abogaba por el empoderamiento de las mujeres kenianas.
Al mismo tiempo fue germinando su activismo ecologista. Según sus
propias palabras “durante mi
trabajo como científica aplicada a la investigación de los problemas
alimentarios, emprendí estudios sobre el ciclo de la vida del parásito que se
transmitía a través de las garrapatas y mientas recogía muestras me fijé en que
los ríos iban llenos de limo. Aquello no sucedía cuando era pequeña. Había poca
hierba y no contenía nutrientes necesarios. El suelo no cumplía sus funciones”.
Las consecuencias de esa reflexión las observó claramente en las
demandas de las mujeres campesinas. Estas
mujeres comentaban que sus arroyos se secaban, que sus recursos alimentarios
eran escasos y poco seguros y que cada día tenían que ir más lejos a por agua o
a por leña. Su conclusión fue clara: muchos de los problemas de Kenia, y por
tanto de sus mujeres, radicaban en la degradación medioambiental. Sus dos
luchas se unieron.
Basándose en la idea de que el ecologismo podría ser un modo de
lograr un desarrollo sostenible y mejorar los problemas de Kenia, Wangari Muta
Maathai fundó el Movimiento Cinturón Verde (Green Belt Movement) en 1977. Alentó a las
mujeres a ir al bosque y recolectar semillas de árboles oriundos de la zona
para después crear invernaderos, trabajo por el cual esas mujeres recibían un
estipendio. Posteriormente, esas semillas se utilizaban para plantar árboles.
Era una idea simple, impulsar el trabajo conjunto de las mujeres en la
plantación de árboles para mejorar su propia situación y luchar contra la
deforestación, la erosión y la sequía. Debido a que las mujeres eran las que
recibían formación en ecología, tenían papeles de liderazgo, dirigían los
viveros y trabajaban con silvicultores planeando e implementando proyectos para
la recolección de agua y seguridad alimentaria, el movimiento fue clave para
avanzar en la emancipación y empoderamiento de las mujeres campesinas.
El Movimiento Cinturón Verde se fue expandiendo poco a poco
gracias a entidades como la Sociedad
Noruega de Silvicultura, el Fondo Voluntario para Mujeres de
Naciones Unidas o el Programa de
Naciones Unidas para el Medio Ambiente. También fue tomando
conciencia política al darse cuenta de que los problemas cotidianos de Kenia
(hambruna, deforestación…) tenían también relación con los problemas políticos.
Tras años de lucha, Wangari
consiguió ser representante en el Parlamento de Kenia en 2002. También fue
ayudante del Ministro de Medio Ambiente y Recursos Naturales entre los años
2003-2007 bajo el gobierno del Presidente Mwai Kibaki.
En 2004 llegó su mayor proyección internacional; el Premio Nobel
de la Paz por “su
contribución al desarrollo sostenible, a la democracia y a la paz”.
Fue la primera mujer africana y la
primera ambientalista que consiguió dicho galardón. Según el
Comité Nobel, “la paz en
la tierra depende de nuestra capacidad de asegurar el medio ambiente, y Wangari
Muta Maathai es una exponente en la lucha por lograr dicho objetivo”.
El premio visibilizó aún más a la propia Wangari y al Movimiento
Cinturón Verde, que siguió expandiéndose y plantando árboles por todo en
continente africano.
Fundó, junto con otras Premios Nobel como Rigoberta Menchu o Shirin Ebadi la Iniciativa de las
Mujeres Nobel con el objetivo de fortalecer el trabajo realizado en
apoyo de los derechos de las mujeres, fue Mensajera de la Paz de la ONU, ponente del grupo de
trabajo de los Objetivos de Desarrollo del Milenio, etc. Y siguió
trabajando de forma incombustible hasta su muerte el 25 de septiembre de 2011.
Su legado permanece con más de 40 millones de árboles plantados en
toda África y más de 3000 viveros atendidos por unas 35 000 mujeres. El
movimiento Cinturón Verde sigue trabajando por todo el continente africano y
sus ideas se expanden por todo en planeta.
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